21-2-2021 / La Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) ha analizado la incidencia de la Covid-19 en las dos primeras oleadas de la epidemia en la ciudad según diferentes ejes de desigualdad (sexo, edad, área geográfica e ingresos).
Desde el inicio de la pandemia se empezó a evidenciar como algunas de las consecuencias de la Covid-19 se reflejaban de manera desigual en la población. Este nuevo análisis hecho por la ASPB confirma que en Barcelona existen desigualdades sociales en la incidencia de la enfermedad, que se acentuaron especialmente en la segunda ola. Las conclusiones se han publicado recientemente en la revista científica Internacional Environmental Research and Public Health.
Según los resultados, la Covid-19 afectó más a las mujeres hasta los 64 años en las dos oleadas. Entre los grupos de mayor edad, sin embargo, los hombres fueron más vulnerables. Se detectaron evidentes desigualdades geográficas en la incidencia de la Covid-19 en la ciudad. Las áreas con menos ingresos padecieron una mayor incidencia, sobre todo durante la segunda ola.
Dos olas, dos patrones
El estudio de la ASPB analiza la incidencia de la Covid-19 según sexo, edad, distrito y renta durante la primera ola (del 1 de marzo al 15 de julio de 2020) y la segunda (del 16 de julio el 30 de noviembre), a partir de la evolución diaria de personas con Covid-19, confirmada con prueba diagnóstica (PCR o antígenos), no institucionalizadas y residentes en la ciudad. Tal como se explica en el artículo, en el análisis de las dos olas se observan diferencias entre los dos períodos. Para entenderlos, hay que tener en cuenta que durante la primera ola las pruebas PCR se hacían principalmente en los hospitales.
Por tanto, el perfil que se observa corresponde a los casos más graves y al personal sanitario. Durante la segunda ola, sin embargo, aumentó la capacidad diagnóstica y se incorporaron los tests rápidos de antígenos. Así, las pruebas se extendieron, principalmente en los centros de atención primaria en todos los casos y contactos. Además, se utilizó la estrategia del cribados masivos (barrios con alta inciencia, escuelas, etc.).
Así pues, en la primera ola se observa que las personas mayores fueron las más afectadas por la Covid-19, especialmente los hombres, y se empieza a evidenciar un patrón desigual según los ingresos registrados en el área de residencia. Por el contrario, en la segunda ola, la Covid-19 afectó a la población más joven, especialmente el grupo de 15 a 34 años, sin diferencias significativas según sexo, y se acentuó el patrón de desigualdad económica.
Las áreas de la ciudad con menos ingresos fueron las más afectadas. El exceso de mortalidad fue mayor en la primera ola (alrededor de 3.400 muertos) que en la segunda (alrededor de 700 muertos), en ambos casos este exceso fue mayor en los hombres.
Desigualdades de género y socioeconómicas
En cuanto a las diferencias entre mujeres y hombres, el estudio argumenta que las mujeres son especialmente vulnerables a sufrir la enfermedad porque están más expuestas a la infección. Hay más mujeres que trabajan en el ámbito social y de la salud, y ellas suelen ser responsables de las tareas familiares y domésticas, lo que hace que asuman el rol de cuidadoras de personas enfermas, especialmente de niños y personas mayores.
Igualmente, hay que tener en cuenta que sufren más las consecuencias derivadas de las medidas adoptadas (cierre de escuelas y centros de día) y hay evidencia de que las situaciones de inestabilidad y confinamiento aumentan la violencia de pareja.
Por el contrario, según se expone también en la publicación, la incidencia de casos graves y mortalidad es más elevada en los hombres debido a varios factores.
Por un lado, existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres, ellas tienen un sistema inmunitario más fuerte. Por otro, algunas enfermedades relacionadas con la Covid-19 son más comunes en los hombres, así como algunos hábitos asociados al aumento de riesgo (consumo de tabaco o alcohol).
Respecto a las desigualdades socioeconómicas, el estudio destaca su vínculo con las condiciones de vida y trabajo que se suman a las desigualdades en salud ya existentes. Las personas con menos recursos tienen viviendas y trabajos más precarios, así como una peor salud con más trastornos crónicos. Además, el acceso y comprensión de la información sobre las medidas puede ser más limitada.